GRAN DESIERTO DE ALTAR Y EL PINACATE: LUGAR DE DUNAS Y CRÁTERES

. lunes, 12 de abril de 2010
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De SUCULENTÓFILO

…En este ambiente, la temperatura varía mucho, pues en el día se eleva por la intensa radiación solar y durante la noche se enfría rápidamente-, un lugar donde nos deslumbra la majestuosidad del sahuaro: un espigado centinela que sobresale en medio del desierto.
En la lejanía destaca la silueta ondulada de la Sierra Blanca donde está el pico del Pinacate. Más cerca observamos elevaciones que lucen tonos dorados entre el escaso matorral espinoso: son las impresionantes dunas de arena del Gran Desierto de Altar, creadas por sedimentos ancestrales del Río Colorado. Con las primeras luces de un cálido amanecer en el noroeste de Sonora y desde la carretera Puerto Peñasco-Sonoyta, las dunas son sólo un punto rojizo en un ecosistema que forma el extremo sur de la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar. En menos de media hora, entramos a un camino hacia las dunas, nuestro vehículo alto en pocos minutos recorre la terracería de unos 8 km y que concluye en una planicie rodeada por oscuros flujos de lava; desde ahí caminamos por un sendero arenoso hasta las dunas que aquí parecen elevarse hasta el infinito.
El difuso camino, está formado por una interminable sucesión de pequeñas dunas lisas marcadas por huellas de lagartijas, liebres y el diminuto Pinacate. En la base de las dunas que se elevan alrededor de 100 m, iniciamos el ascenso y cada paso se hunde más de 20 cm en la suave arena. Al avanzar y volver la vista atrás hacia el naciente sol, sus rayos matutinos a contraluz tornan la arena como nieve, pues adquiere un brillante color blanquecino. En la cima, las formas son variadas y cientos de líneas se extienden como costillas y lomos en las dunas que se entrelazan para crear hermosas fantasías doradas. En la distancia hacia el norte, destaca la silueta del volcán Santa Clara o Pinacate que a veces llega a tener nieve, pues se eleva a 1200 msnm; mientras por el oeste continúa el extenso mundo arenoso del Gran Desierto de Altar, y hacia el sur se nota una delgada línea formada por el Mar de Cortés.
El cielo luce profundamente azul sin nubes y extensos paisajes que casi todo el año lucen desolados, durante algunas semanas de otoño aparecen cubiertos de colores púrpura, rojo, naranja, amarillo y blanco. Son creados por plantas anuales y perennes que florecen pocas veces en el lapso de varios años, para adornar estas tierras que durante meses o años ocultan en su interior diminutas semillas, bulbos y rizomas que soportan la sequía con temperaturas extremas, y que sólo esperan unas gotas de lluvia para emerger y darle nueva vida al desierto. Nos trae a la memoria que hace pocos meses, con las últimas lluvias veraniegas, el suelo del desierto y sobretodo estas dunas de arena, obtuvieron la belleza efímera de un jardín de flores silvestres como la diminuta alfombrilla que iluminó de púrpura el paisaje por unos pocos días.
EL PINACATE: LUGAR DE CRÁTERES, SAHUAROS Y LAVA
El acceso principal a la reserva está en el Ejido “Los Norteños”, en el Km 52 de la carretera Peñasco-Sonoyta, donde es necesario registrarse con los guardaparques porque el área es extensa y sólo podemos visitar algunos puntos de sus 714,556 has. A pocos kilómetros están los mayores atractivos del área: los conos y cráteres volcánicos, entre los que destaca El Elegante, El Tecolote y el Cerro Colorado. Atrás de nosotros una nube de polvo se levanta constante, el camino pedregoso está rodeado por cardones, sahuaros, choyas y arbustos de mezquite, palo verde y palo fierro. En el trayecto, vemos flujos de lava y oscuras rocas con formas caprichosas; en la distancia abundan las elevaciones y conos truncados de volcanes extintos, como Cerro Colorado cuya coloración rojiza se refleja en la parte inferior de las nubes cercanas.
Después de recorrer casi 25 km de una terracería en buen estado, estamos ante el principal atractivo: el cráter El Elegante, el más visitado porque el vehículo llega hasta su borde. Desde la cima apreciamos totalmente sus 1,600 m de diámetro y los 250 m de profundidad; es un hueco enorme, el más grande de todos los cráteres ubicados en la región; desde aquí se aprecian los cerros el Tecolote a casi 7 km y el Colorado a unos 10 km. En sus veredas admiramos al correcaminos, carpinteros, halcones, zopilotes y ratas canguro; vagamos por el hábitat de serpientes, liebres, coyotes y venados; también, supimos que, en las sierras cercanas aun habitan animales ahora raros como el berrendo y el borrego cimarrón. El guía nos platica que este medio rocoso sirvió para que astronautas de la NASA realizaran diversos entrenamientos antes de viajar a la luna, por su similitud con algunos paisajes lunares.
El esfuerzo y tenacidad nos llevan hasta la cima rojiza de El Tecolote; pero, vale la pena subirlo, pues nos ofrece un panorama de verdes planicies con rocas y elevaciones de tamaños variados. Abajo, junto a la base del Tecolote, un diminuto valle es utilizado para acampar, desde ahí caminamos hasta un extenso mar de trozos de lava donde sahuaros solitarios brotan en medio de la aridez volcánica; también es posible escalar un promontorio rocoso y desde ahí disfrutar del atardecer que embellece el cielo con tonos rojos y naranjas, contrastantes con la oscura silueta de la cercana sierra. Aquí, con cada paso admiramos el resplandor blanquecino de la luz sobre las choyas, el espigado porte de los sahuaros que semejan centinelas en las laderas de los cerros y los espinosos ocotillos que elevan al cielo sus hileras de flores rojas.
Igual que en las dunas aranosas, debemos mantenernos dentro de las rutas establecidas, porque al alejarnos de éstas, podemos afectar especies vegetales únicas o incluso algunos vestigios arqueológicos de los indígenas Pápagos, que durante milenios han peregrinado por esta región rumbo al Mar de Cortés. Aquí, cada sitio guarda una historia que se remonta a paisajes creados hace unos 2 millones de años, cuando la actividad volcánica tenía su mejor escenario y que hoy permite admirar enormes cráteres poco elevados. Este Desierto Sonorense, que ocupa más de medio Sonora, una parte de Arizona y California e islas del Mar de Cortés, está entre los 4 más importantes de Norteamérica y se considera el más complejo por su impactante geología y gran biodiversidad, con matorrales y cactus sin hojas casi todo el año, pero que al llegar las primeras lluvias adquieren un verdor casi tropical.
En este ecosistema joven que terminó de contraerse y expandirse durante la última glaciación, hace poco más de 10,000 años, encontramos lo que se considera un desierto subtropical por su variada flora, donde la reserva cuenta con casi 600 especies vegetales. Esta área protegida, es un ambiente en el que abunda la vida y el hombre aun emplea conocimientos y prácticas tradicionales usadas durante milenios por los Seris y por los Pápagos o gente del desierto que en verano celebran un ritual en torno a la cosecha del fruto de sahuaro. Hoy sabemos que de nosotros dependerá el vivir con el desierto y no contra él, que no debemos perturbar su capacidad renovadora, por es un área de impactante en lo geológico que nos permiten admirar decenas de cráteres volcánicos, extrañas estructuras formadas por lava ancestral y las más bellas dunas que pueda lucir algún otro desierto de México y América.
A N E X O: INFORMACION OPCIONAL PARA APOYO O PIE DE FOTOS
• El Pinacate debe su nombre según algunos a un diminuto escarabajo de intenso color negro que abunda en estas tierras. Otra teoría muy aceptada se refiere a la semejanza del perfil de la sierra Santa Clara con este insecto.
• La Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, forman un frágil ecosistema poseedor de especies únicas de flora y fauna, muchas de ellas protegidas y que tienen su hábitat en los macizos montañosos y dunas de arena. Junto hacia el oeste colinda con la Reserva de la Biosfera Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado.
• Los indígenas que poblaron estas tierras desérticas del noroeste de México, dejaron evidencias de su paso, como puntas de flecha, restos de cerámica y pinturas plasmadas en rocas. Durante miles de años se adaptaron a los ciclos naturales del desierto, y para sobrevivir han aprovechado los recursos como las plantas medicinales, los frutos de sahuaros y pitayas, las yucas y pastos para fabricar su indumentaria, así como la escasa agua de la lluvia almacenada en tinajas rocosas a lo largo de sus rutas tradicionales.
• La temperatura varía mucho y la gente, animales y plantas se han adaptado, pues especies como el palo verde, ocotillo y sahuaro conservan líquidos y energía mediante pequeñas hojas y espinas, sus troncos verdes permiten la fotosíntesis para que la planta se desarrolle. La fauna como el berrendo, borrego cimarrón, tortuga del desierto y rata canguro, obtienen agua del alimento, además, la mayoría son poco activos en el día y en algunos su coloración clara refleja el sol y evita que sus depredadores los descubran.
• La flora presenta adaptaciones a la escasez de agua y los cambios de temperatura; muchas plantas evitan las condiciones extremas reduciendo su ciclo de vida a la corta estación lluviosa y pasan el resto del año en forma de frutos, bulbos o semillas que permanecen en el suelo en estado latente.
• En el desierto sonorense habita el enorme sahuaro y al fascinante cardón, que no existen en ningún otro desierto de México o del mundo. Estos enormes acorazados han formado bosques de cientos de años en algunas áreas del desierto donde favorecen un gran movimiento de vida animal, principalmente durante la noche. Además de estas especies están las pitayas, nopales, biznagas, choyas y decenas de cactus.
• Estos desiertos evolutivamente son muy jóvenes, comenzaron a formarse hace unos 25 millones de años y ocuparon importantes áreas del actual territorio. Son ecosistemas muy recientes en la historia del planeta y son áreas ocupadas hasta hace poco tiempo por el hombre. Las temperaturas rara vez llegan a ser frías y tiene 2 épocas de lluvia; además posee una alta evaporación, con una dinámica topográfica, que lo define como uno de los desiertos más exuberantes y diversos de Norteamérica.
• Una característica de los desiertos es la escasez de lluvia, y aunque no llueva durante años, el desierto no está muerto, el suelo está tapizado por semillas y estructuras vegetales como bulbos y rizomas, que sólo esperan a algunas gotas de agua para surgir. Con las primeras lluvias, el desierto despierta después de algunas tormentas, las plantas reverdecen y producen flores en abundancia. Los arroyos corren de nuevo y los animales tienen nuevas crías. Algunas plantas como los cardones y sahuaros, almacenan agua en sus tejidos y otras, como el mezquite, aprovechan de modo óptimo la humedad del suelo a través de raíces largas y profundas.
• La Reserva de la Biosfera de El Pinacate y Gran Desierto de Altar, creada el 10 de Junio de 1993, es administrada por el gobierno federal-SEMARNAT, en coordinación con el gobierno del estado de Sonora.
• Las áreas protegidas hermanas del Desierto Sonorense son 4 en EUA y 2 en México. Las fronteras son sólo líneas en un mapa, pero las plantas y animales de desierto están en ambas partes. Cada área protegida representa solo una frágil parte del ecosistema y depende de las otras para sobrevivir, pero ello, se ha creado la Sociedad del Ecosistema del Desierto Sonorense para preservar, proteger y promover la rica diversidad de recursos naturales y culturales. Las posibilidades parecen interminables, una promesa futura para continuar los esfuerzos que beneficien a la gente y a la tierra.
• Lo ideal es tomar como base Puerto Peñasco, un antiguo pueblo pesquero visitado por miles de turistas del vecino estado de Arizona que lo llaman Rocky Point. Cuenta con todos los servicios.
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Se puede seguir investigando sobre este espectacular lugar en este enlace (en inglés)

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