Mis CACTUS (I) Mammillaria ssp.

. jueves, 25 de septiembre de 2008
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Los cactus más antiguos que tengo tienen tres de ellos unos doce años, y otros dos unos seis. Todos ellos tienen en común un episodio en sus vidas que los marcó para siempre. Era yo estudiante y vivía en un piso de estudiantes, como suele suceder. Por aquél entonces no tenía muchos conocimientos sobre el cuidado de suculentas, y pensaba que en verano, por ser la estación seca, al no llover, era cuando menos había que regarlos, pensando que eso les ocurriría en su hábitat natural... así que los solía dejar el verano entero en el piso solitario, junto a una ventana un poco abierta, en la cocina. Era un quinto. Como son tan resistentes, el caso es que me aguantaban bien los dos meses sin riego alguno y pasando bastante calor. Pero un año les ocurrió algo que yo no esperaba: el ogro, el verdugo de cactus, el dueño del piso apareció para hacer unas reformas, y cuando se marchó tuvo la feliz idea de bajar hasta abajo la persiana de la cocina (le fueran a robar...) dejando a mis cactus en la absoluta oscuridad durante un mes más o menos. Cuando llegué el espectáculo fue horripilante: todos se habían apepinado de tal manera que se habían desfigurado para siempre. Ingenuo yo, y aún verano, los saqué a la ventana y durante un día entero les dió el riguroso sol de Andalucía. Resultado, los quemé. No totalmente, pero sí los dañé aún más irreparablemente de lo que lo había hecho el Poncio Pilatos de los cactus. Para una mammillaria ese fue el trágico final ya que al poco tiempo sucumbió. No fue la única, cayeron dos más de géneros que entonces desconocía y hoy no recuerdo bien. Varios sobrevivieron a la hecatombe, y hoy os traigo las fotos que he tomado de uno de ellos: es una mammillaria a la que no consigo identificar la especie. Este cactus inaugura las entradas dedicadas a los ejemplares de mi modesta colección. Tiene seis años y durante los últimos cuatro ha permanecido en un lugar en alto, junto a una pared, donde recibía luz intensa pero no directa del sol, y protegido de la intemperie, por lo que ho ha florecido nunca (por eso o por que aún no le ha llegado la madurez). La deformación alargada no corresponde a su crecimiento natural si no al episodio sombrío de su historia que os he comentado, y la joroba se debe a que su posición en alto hacía que la luz le llegara en buena medida desde abajo, rebotada del suelo, por lo que se inclinó hacia el mismo, formando esas curiosas jorobas, que hoy se han suavizado, ya que ha sido trasladado a las estanterías de la ventana, donde recibe luz cenital. Es de crecimiento lento y en cada uno de los dos gemelos crecen seis vástagos verticales que al principio no me hicieron gracia ya que estaba acostumbrado a verlos sin nada en la joroba, pero hoy me resulta si cabe más atractivo y curioso. En el centro tiene un estrechamiento y la piel se ha secado, ya no recuerdo si por la quemadura involuntaria a la que le sometí, pero creo que en general goza de relativa buena salud, y me parece muy hermoso.

Ahí van las fotos, desde distintos ángulos, para que aprecieis bien su singularidad:






Y como no podía ser do otro modo, a un cactus tan singular le corresponde un tiesto también singular: es el recipiente de un helado que me tomé en un restaurante!!!! Y tiene drenaje... Las piedras sí es verdad que tienen menos historia personal, las compré de un todo a cien chino.

Es la historia de un superviviente, que merece la pena ser contada, y tiene los honores de ser el primer cactus en ser publicado en Suculentófilo, el Blog más Suculento de la Red.

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