Las preocupaciones del cardon

. sábado, 27 de diciembre de 2008
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Por: Alberto Tapia Landeros Publicación: Revista Universitaria de la UABC  Fecha: Saturday, January 1 2005


Pachycereus pringlei, Cardón

Todos los seres vivos amanecemos con dos preocupaciones: 
a) Comer y no ser comidos; 
b) Reproducirnos y perpetuar la especie. 

El objetivo primordial es, pues, sobrevivir. Y si alguien piensa que en los humanos esta ley de la vida se ha vuelto sofisticada o compleja, analicemos las preocupaciones del cardón:

El cardón bajacaliforniano, conocido por la ciencia como Pachycereus pringley, es el cacto más alto y de mayor peso, entre más de mil doscientas especies de cactos del mundo. Alcanza una altura superior a los veinte metros, más de diez toneladas de peso y llega a vivir varios siglos. Con menor estatura y peso le siguen el sahuaro, Carnegiea gigantea y el cardón barbón, Pachycereus pecten-aboriginum, especies con las que convive en algunos lugares en el gran desierto de Sonora, del que Baja California forma parte.

Hace muchos milenios, antepasados del cardón tomaron una decisión fundamental en su existencia: despojarse de sus hojas y cubrirse de espinas. Debido a que su hábitat se seca gradualmente a partir de la última glaciación, la especie tuvo que ingeniárselas para ahorrar agua, lo cual consigue cambiando sus hojas por espinas. Las hojas de los árboles transpiran demasiado para sobrevivir en el desierto. En cambio, las espinas evitan la evaporación casi totalmente.

Pero sus espinas y aquellas del resto de los cactos, cumplen con otra vital función de supervivencia: protegen a la planta para no ser pasto de animales herbívoros, o carnívoros sedientos, como sería el caso de un ser humano a punto de morir por deshidratación. Si observamos las cabezas de cardones jóvenes y ancianos, encontramos respuesta a esta observación: los jóvenes tienen muchas espinas en sus cabezas, los ancianos, por altos, ya no las necesitan.

Una vaca sedienta se abstiene de morder y masticar a un cardón joven, a pesar de sentir en sus fosas nasales la humedad que contiene dentro. Y se abstiene para no perforar su boca, labios, lengua y paladar con las agudas espinas de un cardón joven. Pero si el cardón llega a maduro alrededor de su primer siglo de edad, sus cabezas se elevan del suelo, del alcance de los sedientos, lo suficiente para no ser mordidos y entonces, ya no se preocupa. Traducido biológicamente, esto significa que ya no gasta energía creciendo y manteniendo espinas en sus testas. Algunos dicen "sabiduría del reino vegetal". Otros, simple evolución que funcionó. Yo pienso, "maravilloso ingenio del creador". "Es que a Dios le gusta jugar a los dados", diría Einstein, en referencia a que Natura le apuesta a varios modelos a la vez, hasta que exitosamente sobrevive alguno de ellos.

Pero despojarse de sus hojas seguramente lo llevó a otra preocupación, ¿con qué hacer la fotosíntesis para crecer y reproducirse? Ignoro cuántos intentos frustrados tuvo antes de encontrar la respuesta. Pero el resultado fue deshacerse de su corteza y vestirse con la tersa piel que tienen las hojas. El cardón fotosintetiza por su piel.

Pero sus inteligentes decisiones no fueron suficientes para permitir al cardón sobrevivir con agua escasa y a veces, ausente por años. Había que almacenar toda la que se pudiera cuando estuviera presente. Su volumen más importante, lo que es madera en otros árboles, fue adaptado para reservorio.

Pero, ¿con qué sostenerse sin su estructura maderosa? Tras un largo proceso de diseño, probar, acertar y fallar, el sabio cardón refinó su esqueleto hasta perfeccionarlo en un cilindro de varillas flexibles y lo suficientemente resistente para no ser doblado por un huracán, o por el peso del agua que planeaba almacenar. Así, en vez de madera construyó una esponja, capaz de absorber agua a plenitud, flexionando su esqueleto hacia afuera para conseguirlo. ¡Se convirtió en una planta suculenta, (1) su corazón se volvió un parénquima (2) acuífero!

Todos los cactos son suculentos, pero no todos los suculentos son cactos.

Así pudo desarrollarse, almacenar agua y fotosintetizar por su piel, que impermeabilizó, curtiéndola con cera. Inmóvil, el cardón creció y creció por siglos, hasta que sus sabias cabezas tocaron el cielo, dejando abajo hambrientos y sedientos enemigos móviles. Entonces ya no necesitó espinas en sus molleras. La maduración de su esqueleto le dio singular figura surcada por canales verticales, producto de sus varillas de madera. Entonces gozó el éxito de su diseño, al percatarse que esa textura rompía la intensa radiación solar del desierto y canalizaba eficientemente la escasa agua de lluvia sin perderla en el rebote.

Mas su preocupación principal, sobrevivir, seguía amenazada. Para fecundar a su compañera seguía dependiendo de algunos deseables visitantes. A falta de aires apropiados y oportunos, murciélagos, pájaros e insectos se encargaban de llevar el polen fecundo del macho al ovario receptivo de la hembra. Dependía de ellos para mantener el reclutamiento que sustituyera a los muertos y perpetuara su especie.

¿Pero y sí me autofecundo?, se preguntó. La respuesta a tal pregunta cactúa la tenemos hoy en la presencia de los cardones hermafroditas, que a falta de vientos con puntería y visitantes polinizadores, produce flores con polen masculino y flores con ovarios femeninos, ¡en una misma planta!

Además de cardones machos, hembras y hermafroditas, hay cardones neutros, aunque en reducido número. (3)

Gracias a su especializada adaptación, el cardón bajacaliforniano es ahora un gigante del desierto, un gigante centenario, ¡icono peninsular que destaca en el reino de espinas de Calafia!

Toda la naturaleza es ejemplo de ingenio para sobrevivir. El cardón es sólo un ejemplo de ello.

¡Viva milenios el cardón!

Bibliografía

Brandt, Linda. (editora) Cactus and Succulents. 1978. Lane Publishing Co., Menlo Park, California.

Fleming, Theodore H. Sandrine Maurice, Stephen L. Buchmann, and Merlin D. Tuttle. "Reproductive Biology and Relative Male and Female Fitness in Trioecious Cactus, Pachycereus pringley (Cactaceae) 1994. American Journal of Botany. San Luis, Missouri, EUA.

Ría Jan y Rudolf Subik. Enciclopedia de los cactus. 1981. Susaeta, Madrid, España.

Wiggins, L. Ira. Flora of Baja California. 1980. Stanford University Press. Stanford, California.

(1) Suculenta: Del latín succos, que significa "jugoso".

(2) Parénquima: Tejido vegetal acuoso, transparente, no clorofílico la mayor de las veces.

(3) Fleming, et al., 1994.

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